lunes, 4 de mayo de 2015

Olmedo: reivindicación, rechazo y reivindicación otra vez (parte 2)




(dibujo de Alfredo Sábat, extraído de la Revista Barcelona, año 6 núm. 150, 19/12/08)

El mundo intelectual suele considerar que las  películas de Olmedo y Porcel son ejemplos de cine complaciente con la dictadura militar. Es una apreciación al menos cuestionable. En primer lugar deberíamos distinguir entre aquellas películas que fueron panfletos evidentes a favor del proceso y aquellas otras que no cuestionaron pero tampoco defendieron.
Por otra parte, la saga de Olmedo y Porcel  empezó antes de la dictadura. La primera se estrenó casi al inicio de la primavera camporista, y para el 24 de Marzo del 76, ya se habían hecho cuatro.  A diferencia de las vergonzosas películas que hicieron Palito Ortega, Carlitos Bala y Los Superagentes, las del dúo cómico carecen de toda referencia velada o explicita a favor del régimen: no muestran a justos y heroicos parapoliciales luchando contra subversivos inmorales y asesinos. Ni siquiera aparecen policías en ellas, y cuando lo hacen, tienen un papel secundario carente de todo simbolismo, tan solo al servicio de algún gag de los comediantes principales.
La excepción es de 1978, año del fraudulento mundial de futbol. Hugo Moser, defensor confeso de la dictadura –incluso en plena democracia- dirigió un despreciable panfleto llamado “Encuentros muy cercanos con señoras de cualquier tipo”, en el cual los cómicos se engolosinan dando vivas a la grandeza de la Argentina, que ha demostrado con el triunfo deportivo lo derecha y humana que es. Así que esta película lo ubica a Olmedo en la misma categoría en la que están los actores de “la fiesta de todos”, un film inequívocamente propagandista de la dictadura militar, a pesar de que su director, Sergio Renán, considere que es injusto considerarlo así. Basta solo con prestar atención al título para comprender la postura del film: no podía ser de todos una fiesta que se hacía en un país con presos políticos, secuestrados, desaparecidos, asesinados y perseguidos. Exactamente a los veinte segundos de iniciada la película, aparece un primer plano de la cara de Videla, repetido a los 40 segundos, mechado con una bandada de pacificas palomas que levantan vuelo. Hugo Sofovich y Mario Sábato también aportaron su esfuerzo creativo al guión de esta infamia cinematográfica.

Volvamos a las películas de Olmedo y Porcel.  Se puede intentar una clasificación de toda la filmografía del periodo 1973-1988, incluyendo tanto ejemplos del dúo, como de Olmedo solo.

Olmedo en el llano: incluye las películas en las cuales Olmedo y Porcel representan a dos tipos que se creen piolas pero en realidad son dos nabos. Ejemplifican el biotipo del porteño canchero, que se considera irresistible con las mujeres, sabedor de todos los trucos, mas vivo y mas astuto que cualquiera, con dotes como para aventajar a los demás en beneficio personal. Ese autoengaño se va cayendo a pedazos a lo largo de la película: las mujeres los desprecian o los consideran degenerados abusivos, los que parecían mas tontos que ellos terminan ganando, las empresas que acometen fracasan una tras otra, sus ardides de estafadores son descubiertos, etc. Al final, pierden la partida, y para peor, jamás reconocen que son dos imbéciles. Las mujeres mas pulposas, a las que ellos intentan ganar por medio de la fuerza o el engaño, nunca acceden a sus requerimientos amorosos. Por lo general en estas películas Olmedo y Porcel nunca cogen, y si lo hacen, esto les resulta oneroso y conlleva un castigo posterior (las esposas los cachan, los jefes los echan, las amantes se van) Invariablemente, representan personajes de modesta posición económica: empleados rasos, comerciantes de poca monta, profesionales sin éxito, buscavidas, obreros del montón.
Estas son las películas mas efectivas de todas, precisamente por la falta de efectividad de sus personajes: es el viejo recurso del bombero que intenta apagar el fuego pero lo aviva, o del policía que intenta detener al ladrón pero sin querer lo favorece; es decir, el torpe que sigue adelante con su torpeza, recurso que fue utilizado en miles de comedias de todo el mundo.
La mayor parte de la filmografía se encuentra aquí, con mejores o peores resultados.

Olmedo en el poder: incluye las películas en las cuales Olmedo personifica a sujetos prestigiosos y encumbrados: ejecutivos, empresarios, respetables abogados. A la inversa de la primera categoría, estos hombres generalmente se sirven de las asimetrías de poder que los favorecen para conseguir beneficios personales -casi siempre mujeres-. Dado que corren con ventajas, no suelen fracasar en sus intentos.
Aquí encontramos a las peores películas de la serie. Olmedo genera empatía y risa cuando es un ramplón o un miserable apesadumbrado por su inferioridad de condiciones, tal como reseñamos al tratar sus personajes televisivos; en cambio cuando se convierte en poderoso y exitoso pierde toda gracia, a menos que ese poder se presente descosido y rotoso –el dictador de Costa Pobre, el manosanta- . En estas películas –no casualmente, las menos conocidas de la serie- Olmedo es menos Olmedo que nunca.

Olmedo contrariado: Incluye las escasas películas en las cuales el personaje de Olmedo se encuentra atribulado por algo. Es un Olmedo que puede tener rasgos de viveza criolla –como los de la primera categoría-, pero su rasgo principal es la duda, la inseguridad de carácter, incluso la desdicha. Estas son las mejores películas de Olmedo, las mas alejadas de las chacotadas habituales, las que dejan un sabor amargo al final, a pesar de seguir siendo comedias ligeras.



De la primera categoría podemos rescatar especialmente a “las mujeres son cosa de guapos”. A diferencia de las otras, aquí tenemos algo mas que una serie de gags hilvanados. Tenemos una historia de fondo. Aun mas: tenemos un sainete criollo.
Recordemos algunas características de ese género teatral. Sus personajes (estereotipados en beneficio del entendimiento del público), su ambientación y sus conflictos tenían que ver con la argentina inmigrante de principios de siglo. Su escenografía era invariablemente un conventillo, en el cual abundaban la picardía criolla, los guapos y las percantas.  Los conflictos sentimentales estaban a la orden del día, y si bien las obras eran humorísticas, había una nota trágica. En definitiva: un género típicamente porteño.
El sainete, además, era una forma de reflexión sobre la situación del país y sobre las condiciones de vida de las clases subalternas.
Todo esto es “las mujeres son cosa de guapos”, un sainete criollo sin conventillo.

La acción transcurre durante la denominada década infame. Años 30. Jacinto (Porcel) y Rufino (Olmedo) son dos peones rurales, conchabados a la fuerza por el caudillo conservador de la ciudad, un Javier Portales que bien podría ser Alberto Barceló. La mano derecha del caudillo es un guapo violento interpretado por Rodolfo Ranni, que bien podría ser un Ruggierito sin carisma. Los conservadores representan toda la podredumbre institucional de esa época: se sirven de compadritos de ocasión para imponerse en las barriadas, regentean prostíbulos, cometen fraude en todas las elecciones y asesinan a todos los opositores que pueden hacerles sombra. Son los vivos, los inmorales. Sus adversarios, los radicales, son todo lo contrario. Serios hasta la medula, formales, poseedores de una moral rayana en lo monástico; hasta se podría decir que son tediosamente acartonados. Pero por sobre todo, defensores de la democracia y de las instituciones. Este conflicto moral también es propio del género. Olmedo y Porcel se encuentran justo en el medio: son forzados a servir al caudillo conservador, pero en el trayecto conocen a dos mujeres que están allí luchando por sus causas individuales, que son a la vez la causa de la oposición. Susana Giménez es la viuda de un candidato radical asesinado por Ranni, y Moria Casan es la hija de un bodeguero mendocino estafado por el caudillo. Como suele pasar en estas películas, los dos cómicos se creen mas vivos que todos, pero resultan ser dos inútiles. Ellas, que son mas lucidas, se aprovechan de ellos para lograr sus objetivos. Ellos, medio para levantárselas y medio para evadirse de la servidumbre, aceptan colaborar.
Al final, el abuso conservador es vencido. Los fraudulentos son neutralizados y deben obedecer el juego democrático.
La película se estrenó en 1981, durante la dictadura cívico militar, que ya llevaba 5 años usurpando  el poder. El presidente de facto era Roberto Viola.

Para ser una modesta comedia ligera interpretada por dos cómicos populares,  la escenografía, las locaciones, la vestimenta y el tipo de lenguaje utilizado son de una calidad notable. Hay detalles que además de totalmente verosímiles, son fieles a la época que representan (por mas que algunos sean anteriores a la década del 30): el italiano del organito para que baile Olmedo con Porcel –al principio, el tango se bailaba entre hombres -, el descascarado patio del prostíbulo con las sillas a la intemperie donde los hombres esperan su turno, el café con su boiserie y sus botellas. No hubo chapucerías en la decoración del prostíbulo “de lujo” –así lo revela el esmerado moblaje, el papel tapiz de colores recargados, los gruesos cortinados de lujo- ni tampoco fue apresurada la elección de los exteriores: no hay fachadas modernas, ni calles asfaltadas, ni casas que desentonen con el espíritu de época. La mesurada dosificación de terminología arcaica (rana, chafe, maula) completa la ilusión.
Olmedo hace de las suyas cuando debe dar un discurso en un acto proselitista. Tal como había aprendido de Fidel Pintos, despliega una sanata. Habla sin decir nada con el tono típico de todos los políticos que están en un acto –que impostadamente cambian de entonación y de cadencia como si la altura de la tarima les impidiese hablar de la misma manera que al ras del piso-.
El final se aleja de los nefastos remates de otras películas: en “expertos en pinchazos”, el peor de todos, Olmedo y Porcel, entre risas cómplices, drogan a las dos protagonistas para poder violarlas. En “las mujeres son cosa de guapos”, por única vez, las mujeres deciden tener relaciones con ellos, como premio por haberlas ayudado a vencer a los fraudulentos conservadores. Por lo menos, es un avance. 


2 comentarios:

  1. En donde las drogan para abusar de Moria y Susana es en A los cirujanos se les va la mano, no en Expertos en pichazos.

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