Reseñaremos ahora las dos películas de la última
categoría: La primera, de 1975, se quiso llamar “mi novia el travesti”, pero la censura de Paulino Tato la redujo a “mi novia él”. La otra es de 1976: “basta de mujeres”. 
“Mi novia el
travesti” es, tal vez, la primera película argentina que basa su argumento
en el tema de la homosexualidad. Podríamos encontrar ejemplos en el cine “serio”
de años anteriores, pero siempre a cuentagotas, nunca como eje central de la
trama (recuérdese “la tregua”, de
1974, en la cual aparece el conflicto del padre que descubre la homosexualidad
de su hijo).
La película se inicia en el epicentro de la porteñez, que
es también el mayor monumento al falo, y por ende, al machismo nacional: el
obelisco. “aprende de papá: siempre
firme  día y noche”, le dice Olmedo a
un amigo que es abandonado, como parte de su despedida de soltero, en plena
plaza de la república, desnudo y cubierto de harina. (1)  
Olmedo interpreta al típico macho de barrio, con la
típica duplicidad que lo caracteriza: todas las mujeres son putas que merecen
ser cogidas, todas, excepto las de la familia: Olmedo le prohíbe a la hermana
que vaya al cine sola, y la obliga a ir con su madre. Mientras tanto, él
despliega su virilidad constantemente, y se jacta de lo rápido y voraz que es
con el género femenino. 
Esa conducta machista va de la mano con una virulenta
homofobia, demostrada cuando está mirando un show en un cabaret con su pandilla
de amigos, y se enardece al descubrir que la mujer sobre el escenario es en
realidad un travesti llamado Dominique . A los gritos, la insulta y la
desprecia, indignado por lo que considera una afrenta a la moral y las buenas
costumbres del macho argentino.
Aquí tenemos un elemento clave: la presión de grupo.
Frente a sus amigos, Olmedo siente la compulsión de remarcar a los gritos su
virilidad. Al principio, gritándole guasadas a las coristas, después, insultando
a Dominique. Lo mismo sucede en “basta de
mujeres”: Olmedo intenta conquistar a una compañera de trabajo delante
mismo de sus compañeros, para dejar en claro que es bien macho. Como dijo Dolina,
con los piropos los hombres no buscan conquistar a las mujeres, sino a los
amigos. A ellos quieren seducir, de ellos buscan la aprobación.  
Para que no queden dudas de su condición, Olmedo asegura que
si llega a encontrarse con Dominique, la lleva engañada a la cama y después la
muele a palos. “a que no sos capaz de
hacerlo”, lo prueban los amigos. Le apuestan el sueldo del mes. 
Notemos una cosa: Olmedo es un obrero calificado
(supervisor en una fábrica textil), con su salario aporta para mantener a la
familia, vive en una casa chorizo donde funciona la peluquería de su hermana,
no tiene bienes propios.  En cambio, sus
amigos son profesionales exitosos: un fotógrafo, un médico que posee
consultorio, un comerciante de cierto renombre. Olmedo siente la necesidad de
medirse con sus amigos, demostrando su valor y hombría apaleando al travesti.
Como mas tarde le confesara arrepentido a Dominique: “yo no me puedo dejar llevar por delante. Ellos tienen guita, posición…
yo también quiero tener algo”
En “basta de
mujeres” sucede algo muy parecido. Olmedo es un modesto empleado contable,
con una vida tranquila. Sus compañeros de oficina deciden gastarle una broma a
largo plazo. Los 4 hombres le hacen creer que tienen amantes, y además, que eso
es lo mas natural del mundo, casi una regla tacita de la condición de hombre.
Olmedo, asediado, no se atreve a contradecirlos. Les inventa una amante que en
realidad no posee. Y a renglón seguido, destina todas sus energías y esfuerzos
en conseguir una mujer, como sintiéndose  un hombre mutilado al que le han hecho ver su
carencia. Es el mismo impulso que genera piropeadores que buscan seducir a los
amigos.
Desde 1951, el test realizado por el Dr. Asch ha
demostrado que la presión de grupo logra someter a los individuos a la voluntad
general, incluso en contra de las percepciones propias mas evidentes y
primarias. No solo nos dejamos llevar por lo que opinan los grupos de los que
formamos parte sino que además nos culpamos a nosotros mismos de no haber
comprendido la opinión mayoritaria, y torcemos nuestro parecer para amoldarnos.  Esto es lo que sucede en las asociaciones  profesionales, en los partidos políticos, en
las sociedades conmovidas por una voz totalitaria; y en el caso de Olmedo, es
lo que le sucede en el grupo de amigos y en su entorno laboral. Olmedo siente
que está en falta, y se apronta a ponerse al día. Por eso se busca una amante,
por eso amenaza al travesti. Evidentemente, carece de pensamiento crítico y de
una individualidad fuerte, recursos que lo hubiesen salvado de meterse en esos
embrollos.
Hemos dicho que Olmedo, el macho de barrio de “mi novia el travesti”,  declara su homofobia a los cuatro vientos.
Pero algo sucede: conoce a Dominique e inconfesadamente, termina enamorándose
de ella. Esto es algo que conmueve sus profundos cimientos de machista. Se sabe
atraído por “el coso ese” -como le
dice un amigo-, pero al mismo tiempo se encuentra confundido. Sus ideas no se
condicen con sus sentimientos. Intentando entender lo que le sucede,  hace gala de todas las supersticiones y
preconceptos del ideario homofóbico. Le pide a su amigo médico que  le administre algún tratamiento o remedio
para “curarlo” de ese deseo homosexual. 
Luego intenta reencauzar sus dotes sexuales con una prostituta, pero no
logra excitarse. Al mismo tiempo, se entusiasma con la idea de satisfacerse con
la propia Dominique, pero le preocupa su virginidad anal, pensando que ella le
puede hacer “perder el invicto” : para
el pensamiento machista, penetrar a otro hombre no es homosexual. Lo gay es
dejarse penetrar. 
Lo importante es que la película muestra a un hombre
enamorado de un travesti. Eso nunca se había mostrado en el cine nacional. Que
después se descubra que Dominique en realidad era una mujer haciéndose pasar
por travesti para conseguir trabajo, tiene poca relevancia –aunque muestra las
limitaciones del guion, su intención de no ir a fondo. Recordemos, después de
todo, que esto es una comedia ligera, hecha por actores cómicos. 
Olmedo sabe que Dominique es una mujer, pero todos los
demás siguen viéndola como un hombre, y por lo tanto, lo consideran a él un
degenerado, y a ella un engendro de la naturaleza. Lo interesante de la
película es eso: el muestrario de discriminaciones, atropellos y violencias que
debían sufrir los que no se amoldaban a la sexualidad oficial de aquella época prejuiciosa.
No hay sitio donde Olmedo no sea tratado con desprecio y
burla. Se mueve en un entorno retrogrado y en una época intolerante. En la fábrica,
los obreros de brazos membrudos y  torsos
fornidos, con las vestiduras cubiertas de 
grasas y de aceites, se ensañan con él, se mofan de sus elecciones
amatorias, lo acosan buscando pelea –paradójicamente, lo que él había pretendido
hacer con Dominique- y finalmente, lo segregan y logran echarlo. Las operarias
que antes se dejaban seducir por sus encantos, se le ríen burlonamente en la
cara. En la casa no le va mejor: cuando la madre se entera de que el nene “sale con un hombre”, llora a moco
tendido, como si la hubiesen anoticiado del fallecimiento de su hijo. 
El ápice de este crescendo discriminador se da en la
puerta de la fábrica, cuando Olmedo intenta mostrarles a todos que su novia es
en realidad una mujer. Nadie quiere escucharlo. Lo obligan a huir a piedrazos.
Vuelve a su casa golpeado, sin trabajo, sin novia –dejó a Dominique porque
considero que ella era la culpable de su desgracia. En el comedor de la casa
chorizo, lo espera una emboscada. Una vecina - que siempre lo deseo y nunca fue
aceptada-, coaligada con la madre y con su mejor amigo, le propone aceptar el
invento de que la dejo embarazada, para así obligarlo a casarse y con eso
borrar los escándalos y la duda sobre su virilidad. El padre de la vecina, un
tano indignado por el deshonor hacia su hija, brama furioso un avenimiento.
Otra presión de grupo. Todos lo han ido arrinconando.
Primero, los compañeros de trabajo, hostigándolo. Ahora, sus afectos mas
queridos: su madre y su mejor amigo. Luego de tanta insistencia, Olmedo no
puede mas que acatar lo que decidió la mayoría, aun en contra de sus propios
sentimientos: ¡me caso, me caso, me caso!,
grita con expresión desahuciada y tono lastimero. Aquí es donde mejor se
aprecian las dotes expresivas del cómico, en su mirada resignada y triste.
No es casual que la actriz que interpreta a la madre de Olmedo
sea Menchu Quesada, y que el padre de la vecina que armó la emboscada sea Adolfo
Linvel.  Ambos actores eran el matrimonio
comandante de “los Campanelli”, la prototípica familia argentina representada
en la exitosa serie televisiva de aquellos años. Recordemos que ese clan
familiar era dirigido por un patriarca rígido, incluso autoritario, y que toda
disidencia o comportamiento alejado de la norma debía darse en secreto, a
riesgo de ser censurado por el pater
familias. Otra familia argentina ejemplar, la familia Falcón, también tiene
su representante en la película: Pedro Quartucci, quien interpreta al padre de
Dominique. 
La generación de los padres, encarnada en esos figurones,
es la ley, la que establece lo correcto y lo incorrecto, la moral, las buenas
costumbres. En suma: el espíritu conservador y retrogrado.
La escena final es un cuadro amargo. Olmedo, solo,
mirando al vacío, resignado frente a la vida que le han obligado a vivir en
contra de sus sentimientos, lanza una sencilla autocritica: que boludo…¡que boludo! Otra vez la
mirada del hombre entregado, doblegado por las circunstancias.
Hoy puede resultar irreal la idea de un matrimonio arreglado,
pero en aquellas épocas era común. Se podrían compilar miles de casos. Mujeres
embarazadas obligadas a casarse para no convertirse en madres solteras. Hijas
mayores forzadas a buscar matrimonio para evitar una soltería indecorosa.
Matrimonios formados por acuerdo familiar para ocultar la vida licenciosa de
ella o de él. Casamientos de apuro para cubrir embarazos no deseados, viudeces
prematuras, carencias económicas, conveniencias materiales, prescripciones
religiosas. 
Hay que reconocer en estas críticas la mano de Oscar Viale,
guionista de la película, dramaturgo, actor y escritor; que también se había
ocupado de la opresión familiar y la moralina en “no toquen a la nena”, “juan que reía” y “el infierno tan temido”.  (2)
Llama la atención el desdén con el cual es recordada esta
película. En los ensayos sobre cine de temática LGBT, no se la considera
pionera en el tema –a pesar de su audacia por haberse estrenado a orillas de la
dictadura, y en un contexto cinematográfico de censura constante-, ya que
siempre se comienza la lista de películas a partir de la democracia, cuando era
mucho mas fácil y habitual tocar estos asuntos. Las causas de este menosprecio
son dos. El primero tiene que ver con lo mismo que la película denuncia. El
tema de la homosexualidad no estaba a la orden del día en los años 70, ni
siquiera en el progresismo y mucho menos en la izquierda radicalizada de
entonces, que en su gran mayoría se manejaba con los mismos prejuicios y
preconceptos hacia la mujer y hacia los homosexuales que la derecha mas
recalcitrante. Ambos coincidían en asignarle a la mujer el papel de madre y
cocinera, y le escamoteaban espacios de poder y decisión. Por otra parte, al
ser una comedia y tener a Olmedo como protagonista, sufrió la misma
estigmatización que todas las películas de la saga. La intelectualidad y la crítica
pretendidamente culta no se toma en serio a Olmedo, y por lo tanto, no se toma
en serio a esta película, a pesar de las diferencias notables que posee con respecto
a las otras de la serie.(3)
 “Basta de mujeres” también es un trago
amargo, aunque menos dramático que “mi
novia él”. Olmedo se enreda en una aventura amorosa con Mónica, una
compañera de trabajo, que cada vez va ocupando mas lugar en su vida. Su
matrimonio se deteriora, su vida transcurre entre hoteles alojamientos y
escapadas furtivas, se complica su situación económica, su continuidad laboral;
y hasta su descanso diario se ve reducido. Su amante, poco a poco, se enamora
de él. Olmedo se ve acorralado por una situación que el mismo buscó y generó.
En el trabajo, sus compañeros se confiesan: lo de sus amantes era una broma.
Olmedo los mira con desprecio. “nunca van
a saber lo lindo que es”, dice, e inmediatamente sale a la calle, trastoca
su rostro con una expresión tan lastimera como la del final de “mi novia el” y exclama: “¡que hijos de puta!” Es el mismo
momento de decepción que siente en la otra película. En ambos casos , ha sido
engañado por sus compañeros, engañado por la realidad, y sobre todo engañado
por si mismo, al dejarse llevar por la presión de grupo. Ha quedado solo.
 Notemos que jamás
reconoce su fracaso ante los hombres de la oficina -al menos, no cuando están
todos juntos-: frente al grupo se deja ver siempre triunfador y satisfecho, por
eso la falsa mirada de superioridad ante la confesión de los demás empleados.  Los hombres, delante de los hombres, se
sienten obligados a mostrarse como tales. El juego adolescente de ver quien la
tiene mas larga se vuelve mas sutil con el paso del tiempo, pero no desaparece.
Si bien “basta de
mujeres” no es tan buena como “mi
novia él”, desarrolla un tema interesante: las relaciones entre compañeros
de trabajo.  Olmedo representa a ese
chivo expiatorio que suele haber en todo ámbito laboral, lo mismo que Santini –
Antonio Gasalla- y Sierra –Walter Vidarte- en “la tregua”. Parecería como si el tedio de la rutina sin sentido
solo podría ser exorcizado con ese ritual que consiste en sacrificar –aunque
sea simbólicamente- a un compañero inocente. Sierra es despedido a causa de una
broma que sale mal, Santini renuncia después de sufrir una cargada general, y Olmedo
hace tambalear su estabilidad solo por ceder a las declamaciones de sus amigos.
En “las formas
elementales de la vida religiosa”, Emil Durkheim demuestra que los pueblos
primitivos tienen dos tipos de actividades: las que corresponden al trabajo
–caza, pesca, guerra- y las del culto religioso, íntimamente relacionado con
los días festivos (el culto es una forma de recreación: pensemos en las fiestas
religiosas). Este dualismo entre tiempo profano (vida laboral) y tiempo sagrado
(religión, juego) aparece sutilmente en el mundo laboral de la indusrealidad
(4). Para romper la sincronización del tiempo que el ritmo fabril de la
maquina impone a todos los trabajadores – el tiempo profano, representado en el
agobiante “de nueve a cinco”, aun vigente en economías subdesarrolladas como
esta- los empleados realizan pequeños rituales-juego (tiempo sagrado), para
poder liberarse de la linealidad temporal. Esa liberación  momentánea y exaltada en forma de sacrificio
ritual busca oponerse a la lentitud y continuidad del tiempo profano, del
trabajo. Las victimas suelen ser elegidas entre aquellos miembros de grupo que
desentonen con el resto. 
Esto último trae a colación la ya citada presión de grupo.
Como observo Sergio Renán con respecto a su película, en esos microcosmos
laborales se impone el pensamiento único, los que tienen una identidad
diferente generan cierto resquemor, y son perseguidos.  Santini era homosexual, Sierra quería ganar
el prode para ser millonario y dejar de trabajar, Olmedo no encajaba en el
estereotipo del marido que desprecia a la mujer –“la bruja”, sino que por el
contrario hablaba de ella con admiración. Lo que suele suceder es que los
inquisidores no son personajes diabólicos, por el contrario, se trata de
personas comunes, amables, hasta bondadosas en otro contexto. Tal como los participantes
del test de Milgram que sin necesidad de ser sádicos patológicos administraban
descargas de 300 voltios a  inocentes,
los integrantes del microcosmos laboral son capaces de herir a sus pares sin
necesidad de maldad intrínseca. 
Puede parecer una exageración valorar tan positivamente
estas películas livianas. Sin embargo, considerarlas despectivamente también es
demasiado.  Es mas prudente rescatarlas sin
caer en la benevolencia y en la forzada aprobación que suele darse a todo
producto cultural del pasado (como hicieron algunos críticos con los films de
Armando Bo e Isabel Sarli, considerados ahora “neorrealismo italiano” o
vanguardista cine de autor) (5). Volvamos entonces a Borges. Fue el mejor
escritor de todos, un glosador sarcástico de la realidad, y su obra es
riquísima y profunda como pocas. Pero eso no le impidió posar su interés en
ciertas manifestaciones de la cultura de masas: las inscripciones de los
carros, la arquitectura de arrabal hecha por albañiles, los tangos primitivos y
picarescos, los westerns. Podemos permitirnos una actitud semejante, sin temor
a simplificarnos y a la vez sin necesidad de abandonar la cultura y el pensamiento
complejo. 
Por otra parte, se debe recordar que Olmedo fue un
artista desdeñado. Su público lo amaba, pero la intelectualidad, la academia y
la crítica lo ubicaron con menosprecio en un lugar de segunda, ignorando sus méritos
artísticos. Le toco vivir una época prejuiciosa, en la cual las etiquetas y los
escalafones inmovilizaban carreras enteras. Siempre fue sindicado como un cómico
chabacano y vulgar. A eso respondía burlándose de sí mismo, lo que denota
inteligencia (6) Muchos artistas son incapaces de hacer lo mismo, demostrando
una solemnidad que se parece a la soberbia. 
Sin embargo, a pesar de esa flexibilidad, Olmedo se sentía vedado por
las críticas. Javier Portales conto que, en una oportunidad, le consulto sobre
un nuevo guion que la productora Aries le había acercado. Portales le recomendó
sin dudar que aceptara. Pero Olmedo lo rechazo. Se trataba de “plata dulce”, y su personaje fue
interpretado por Julio De Grazia. Si hubiera vivido esta época menos
estigmatizante, seguramente hubiera dado el salto, tal como lo hizo Francella,
al que nadie le quitaría su galardón de actor “serio” por venir de la comedia
picaresca. Quizás ese salto podía haberse materializado en un proyecto que lo
entusiasmó: interpretar al personaje principal de “a sus plantas rendido un león”, la novela de Osvaldo Soriano (7). Corría
el año 1988, y Olmedo estaba en tratativas con el autor del libro para
encaminar el asunto. Pero la muerte arruino todo, como siempre.
1) Es difícil no caer en la tentación de una analogía
entre esa escena ficticia y otra escena lamentablemente real. Una patota de
hombres lleva, desnudo en el baúl de un auto, a una persona. La bajan en pleno
centro, frente al obelisco, y lo dejan allí abandonado, después de fusilarlo.
Esto es lo que sucede en la película, pero allí el hombre es víctima de una
despedida de soltero –ese absurdo ritual varonil-, y el fusilamiento consiste
en bombazos de harina y huevos. Casi un año y medio después, esa escena se hizo
realidad. Una patota de la dictadura llevo a un detenido hasta el obelisco y lo
acribillo, esta vez a balazos.)
2) Oscar Viale tiene un pequeño cameo en “mi novia el”: es la persona con la que
tropieza Olmedo cuando sale huyendo del negocio de lencería. Durante la
dictadura, Viale tuvo que exiliarse en España.
3) En un reportaje televisivo del año 1974, con la modestia
que lo caracterizaba, Olmedo contaba como iba a ser  “mi
novia el”: “…es un libro de Oscar Viale,
un muchacho que hace un teatro mas comprometido, y la película va a ser un poco
mas comprometida. Va a ser tratado el machismo, el machismo argentino; va a ser
una película con algunos ribetes graciosos por las situaciones pero en el fondo
va a ser amarga. Pienso que va a ser una película tipo italiana… en fin; pienso
que un trabajo mas importante para mi carrera” https://www.youtube.com/watch?v=Z5JZgbe0VUA
4) “indusrealidad” es un término acuñado por Alvin
Toffler para designar la concepción del mundo durante la época de la sociedad
industrial: “es el bagaje de premisas empleadas por la civilización de la segunda
ola”. Esto implica, entre otras cosas, un concepto del tiempo humano
sincronizado en consonancia con los ritmos de la máquina, por lo cual se estandariza
casi universalmente la jornada laboral de manera repetitiva e inamovible. Vease
“la tercera ola”, volumen 1,
Hyspamerica, 1985
5) ver por
ejemplo “Armando
Bó e Isabel Sarli El buen salvaje y la mujer codiciada”, por Gustavo Castagna http://www.hamalweb.com.ar/armandobo.html
6) En el sketch de Álvarez y
Borges, solía hablar en tercera persona de sí mismo, etiquetándose con todos
los epítetos que la crítica le otorgaba. En “expertos en pinchazos”, se encuentra con el Capitán Piluso. Después
de ver como este hace una gracia frente a una platea infantil, Olmedo exclama
con fastidio: “siempre las mismas
boludeces…” En otra película, Moria Casan le realiza un falso reportaje, en
el cual Olmedo contesta despectivamente sobre el teatro de revista y trata de
parecer un hombre sofisticado y culto: https://www.youtube.com/watch?v=ZSmYJoDGZJI 
7) “Cuando salió el
libro, se ve que Olmedo lo leyó y se enamoró, porque me llamo una vez a las
tres de la mañana a casa para decirme que lo quería hacer. Yo le conteste que
había una opción pagada por un productor pero que en efecto se había pensado en
el como el cónsul Bertoldi, cosa que era cierta pero que él no me creyó del
todo. Tenía una relación con los intelectuales muy difícil. Cuando le manifesté
mi admiración no sé si me creyó. Se desvalorizaba mucho. A mí me parecía que lo
que había que explotar era su veta dramática o tragicómica, no meramente cómica.”
Entrevista de Rolando Graña a Osvaldo Soriano en El Porteño, Noviembre de 1990

 
